
Los restos arqueológicos constituyeron la prueba "material" de que la cultura de los Tartesos, de la que "se conocía por la tradición oral griega", se había asentado en el estuario del río Guadalquivir.
Las últimas indagaciones aportaron nuevas interpretaciones sobre las piezas del Tesoro del Carambolo que fueron talladas por dos orfebres, uno tartesio y otro fenicio, y ha señalado que las joyas pudieron pertenecer a un sacerdote o bien para adornar animales.
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